Secret Sunshine (Corea,2007), se alzó con el premio Cinematk en esta 10ª edición del BAFF lo supone que la película tendrá distribución en nuestras salas.
Escrita y dirigida por Lee Chang-dong, que en el año 2003 ganó el premio al mejor director en el festival de Venecia con Oasis, nos presenta un impecable retrato sobre una viuda (interpretada magistralmente por Jeon Do-yen) que se traslada junto a su hijo a Myryang (ciudad natal de su marido) intentando iniciar una nueva vida, abriendo una escuela de piano. Pronto se integrará en una comunidad recibiendo las atenciones de un mecánico, tímido y falto de cariño, interpretado por Song Kang-ho (Memories of Murder, The Host, Symphaty for Mr. Vengeance), que compone admirablemente un personaje tan divertido como conmovedor.
Lo que en principio parece una amable comedia sentimental, pronto desemboca en tragedia, sin por ello abandonar del todo los momentos de comedia tan necesarios para equilibrar y digerir tan esplendido drama. Tragedia que intentará sobrellevar encontrando la fe cristiana, que a modo de medicamento antidepresivo parece cumplir su función, pero que acabará revelándose estéril: una vez más, y a semejanza The Rebirth (título visto en esta edición), la capacidad para poder perdonar (y perdonarse) es algo muy difícil y extremadamente doloroso.
Lee Chang-dong se adentra en el alma de esta joven viuda conduciéndonos a un viaje donde la desesperación es tan intensa que parece fundirse en la piel del personaje. Jeon Do-yen dota a su personaje de todos los matices necesarios para que el espectador entre en comunión directa con su dolor, consiguiendo reflejar a la perfección todos los cambios de registro que un guión sin fisuras le propone.
Los 142 minutos no se hacen en ningún momento pesados gracias a un ritmo que no decae en ningún momento, unos actores esplendidos y una historia que te atrapa de principio a fin.
Película sensible, sincera, sin excesos, donde el alma humana se descubre más humana que nunca.
Nota: 8
Escrita y dirigida por Lee Chang-dong, que en el año 2003 ganó el premio al mejor director en el festival de Venecia con Oasis, nos presenta un impecable retrato sobre una viuda (interpretada magistralmente por Jeon Do-yen) que se traslada junto a su hijo a Myryang (ciudad natal de su marido) intentando iniciar una nueva vida, abriendo una escuela de piano. Pronto se integrará en una comunidad recibiendo las atenciones de un mecánico, tímido y falto de cariño, interpretado por Song Kang-ho (Memories of Murder, The Host, Symphaty for Mr. Vengeance), que compone admirablemente un personaje tan divertido como conmovedor.
Lo que en principio parece una amable comedia sentimental, pronto desemboca en tragedia, sin por ello abandonar del todo los momentos de comedia tan necesarios para equilibrar y digerir tan esplendido drama. Tragedia que intentará sobrellevar encontrando la fe cristiana, que a modo de medicamento antidepresivo parece cumplir su función, pero que acabará revelándose estéril: una vez más, y a semejanza The Rebirth (título visto en esta edición), la capacidad para poder perdonar (y perdonarse) es algo muy difícil y extremadamente doloroso.
Lee Chang-dong se adentra en el alma de esta joven viuda conduciéndonos a un viaje donde la desesperación es tan intensa que parece fundirse en la piel del personaje. Jeon Do-yen dota a su personaje de todos los matices necesarios para que el espectador entre en comunión directa con su dolor, consiguiendo reflejar a la perfección todos los cambios de registro que un guión sin fisuras le propone.
Los 142 minutos no se hacen en ningún momento pesados gracias a un ritmo que no decae en ningún momento, unos actores esplendidos y una historia que te atrapa de principio a fin.
Película sensible, sincera, sin excesos, donde el alma humana se descubre más humana que nunca.
Nota: 8
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